EDUCAR ES, TAMBIÉN, DESARROLLAR UNA INTELIGENCIA HISTÓRICA CAPAZ DE DISCERNIR EN QUE HERENCIAS SE ESTÁ INSCRITO ... philippe meireiu

domingo, diciembre 04, 2005

Emanciparse de los mitos

Entonces se trabó la contienda histórica entre la calle y la escuela: un capítulo decisivo de la historia de la lucha entre la civilización y la barbarie en suelo americano y chileno.

En la calle residía la barbarie, la fría intemperie de la naturaleza empedrada, el crimen, el robo, el abandono; en la calle estaba el cuerpo. Un espacio "libre": de normas, autoridades, adultos, horarios y hábitos. un espacio de tiempo primigenio, donde se pululaba en bandas nómades, de la caza y la recolección, sobre la tierra y el suelo; donde al fin se sobrevivía. Era el espacio de los niños bárbaros, es decir, literalmente, de los niños "extranjeros", no nombrados, no conocidos de la patria, ni de la familia, extranjeros de la sociedad y de la urbe. El reino de los niños in-di-gentes, es decir, de los que no-son-gente.
En la escuela, por el contrario, residía el calor humano apretado entre los muros y patios cercanos, el lápiz, el papel y el nombre propio; allí habitaba la mente y el espíritu; un espacio normativo, con autoridades de puntero, horarios y hábitos; que trabajaba imaginando futuros, en la perspectiva de la sociedad organizada y sedentaria: sobre la silla junto a la mesa. Era el recinto de los niños civilizados, es decir, "conocidos", nombrados, propios de la patria y de la familia, propios de la sociedad y la ciudad.
La batalla que entonces emprendió la escuela desplegaba las fuerzas de una voluntad histórica que expresó la decisión de una intelligentsia por popularizar el camino de la civilización: recoger a los inocentes de la intemperie y ofrecerles la seguridad-moralidad de los recintos.
(Illanes, Maria Angélica. "Ausente, Señorita". El niño-chileno, la escuela-para-pobres y el auxilio. Chile 1890/1990. JUNAEB, 1991).

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